martes, 8 de enero de 2008

Se sobrevive más al sida, pero con un alto costo para la salud


CHICAGO.– John Holloway recibió el diagnóstico de sida hace alrededor de dos décadas, cuando la enfermedad era una sentencia de muerte y el tratamiento, un sueño distante.

Sin embargo, a los 59 años todavía está vivo gracias al cóctel de drogas que cambió la senda de la epidemia. Pero con la longevidad llegó una cantidad de enfermedades inesperadas que desafían la idea de que el sida es una enfermedad crónica manejable.

Holloway sufre de complejos problemas de salud generalmente asociados con la edad avanzada: enfermedad pulmonar obstructiva crónica, diabetes, falla renal, úlcera sangrante, depresión grave, cáncer de colon y los persistentes efectos de una cadera fracturada.

Esos males, más graves que los de su padre de 84 años, no son lo que Holloway esperaba cuando las drogas antirretrovirales salvadoras se convirtieron en el tratamiento de rutina, a mediados de los años noventa.

Los fármacos le devolvieron a Holloway el futuro. Pero... ¿a qué costo? Esa es la pregunta, para algunos herética, que ahora se están haciendo médicos y pacientes que se enfrentan a una constelación de dolencias que surgen prematuramente o con una frecuencia desproporcionada en la primera ola de sobrevivientes del sida que llegan a la edad madura.

Sólo ha habido estudios pequeños, no concluyentes, sobre las causas de los problemas relacionados con la edad que aparecen en los pacientes que viven con el VIH. A falta de investigaciones definitivas, que sólo ahora están comenzando, esta segunda ola de sufrimiento podría ser una mera coincidencia, aunque es difícil encontrar a alguien que lo piense.

En lugar de eso, los especialistas están empezando a pensar que el sistema inmune y los órganos de estos pacientes recibieron golpes irreversibles antes de la llegada de las drogas que les salvaron la vida, y que ellas mismas luego produjeron complicaciones adicionales por su toxicidad.

"La suma total de enfermedades puede convertirse en insoportable", dijo Charles A. Emlet, profesor asociado de la Universidad de Washington y uno de los investigadores que lieran el estudia del sida y el envejecimiento.

"El sida es una enfermedad muy seria, pero los sobrevivientes se han adaptado" -dijo, y continuó explicando que mientras algunos pacientes experimentan efectos desagradables por los antirretrovirales, la gran mayoría encuentra un cóctel que puede tolerar-. Después, de repente son bombardeados con una nueva ronda de agresiones que complican su terapia y son potencialmente mortales. Eso daña su estabilidad."

El envejecimiento de la epidemia del sida ha aumentado el interés en la conexión que existe entre el VIH y la enfermedad cardiovascular, algunos cánceres, osteoporosis y depresión.

Los científicos justifican el lento ritmo de las investigaciones por el bajo número de casos que pueden analizar. La primera generación de pacientes con sida, en los años ochenta, careció de tratamientos efectivos durante una década. Pocos sobrevivían para ser estudiados.

Estos sobrevivientes, como Holloway, arrasados por la quimioterapia y la radiación, van de crisis en crisis. Holloway dice que su estrategia es simple: "Enfrentarlo". Sin embargo, subraya que su padre sólo tiene artritis, alguna pérdida de visión y una leve sordera.

"Veo lo elegantemente que ha envejecido y desearía entender lo que estuvo pasándole a mi cuerpo", dijo Holloway durante una visita de la gerente del Centro de Salud Howard Brown, Lisa Katona, a su casa. Ella lo calmó, pero no pudo contestarle: "Ustedes son los primeros que están atravesando esto y estamos haciendo camino al andar", le dijo.

Holloway no se queja siquiera de tener que enfrentar una neumonía y un descenso de 20 kilos, ambos asociados con su tratamiento oncológico.

¿El costo ha sido demasiado alto? No, contestó, especialmente considerando las alternativas.

Al otro lado del país, Jeff, que descubrió que tenía sida en 1987, afirma que se hace esa pregunta frecuentemente. "El virus está bajo control y debería estar en éxtasis -dijo-, pero no puedo ni atarme los zapatos, ni subir y bajar las escaleras del subte." Jeff sufre de osteoporosis, pero además tiene enfermedad de Parkinson, lo que le causa temblores y pérdida de memoria.

Una teoría de porqué la investigación sobre sida y envejecimiento progresa tan lentamente es que "hay un rápido aumento de casos", dijo Emlet. Otra es la rutinaria exclusión de las personas añosas de los grandes estudios realizados por las compañías farmacéuticas. Están diseñados para medir seguridad y eficacia, pero no los efectos adversos de los tratamientos prolongados.

Esas explicaciones no satisfacen a Larry Kramer, fundador de varios grupos de pacientes. Kramer, que tiene 73 años y hace mucho vive con el virus, dijo que él siempre sospechó "que era cuestión de tiempo que algo así sucediera" dada la potencia de las drogas antirretrovirales. "Cuánto tiempo iba a aguantar el cuerpo humano el constante bombardeo? -preguntó-. Bueno, ahora estamos viendo que muchos cuerpos no lo toleran. Justo cuando pensamos que habíamos «atravesado el bosque», tenemos buenas razones para estar realmente asustados."

A Marty Weinstein, de 55 e infectado desde 1982, le pusieron un marcapaso, le descubrieron osteoporosis, ha sido tratado por cáncer anal y medicado por una depresión severa... todo en el último año. También tiene déficits cognitivos.

Ex profesor de psicología en Chicago, presiona a sus médicos para que le expliquen las causas de todo esto. A veces le ofrecen una hipótesis, dijo, pero nunca una explicación certera.

"Sé que la primera preocupación fue mantenernos con vida -dijo Weinstein-. Pero ahora que tantos van a vivir más, ¿cómo haremos que atraviesen esto, emocional y físicamente?"

Por Jane Gross
De The New York Times

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